Leer y el sí mismo.

Hace unos días leí a Juan José Millás, y él decía que empezamos a leer, igual que a escribir, porque queremos entender el mundo. Tanto el lector como el escritor nacen del conflicto. Leemos y escribimos cuando algo en nuestra realidad no encaja, cuando hay una distancia entre lo que vivimos y lo que sentimos. De un lado de la página está el escritor, del otro el lector, pero ambos buscan lo mismo: un reflejo que les devuelva una versión más entera de sí mismos y de la realidad.

Y es curioso, porque puedes leer un libro en un momento determinado de tu vida y sacar ciertas conclusiones, pero pasan los años, lo relees y, de repente, todo cambia: descubres nuevos matices y aprendes algo distinto. Es como si nuestro mundo interno se conectara con la historia y la sacudiera, mostrándonos algo que antes no habíamos visto.

Al final, un libro siempre te permite vivir una nueva experiencia, ver el mundo desde otra perspectiva y encontrar respuestas o, al menos, sentir que estás acompañado en la búsqueda. Porque, aunque el lector cambie con el tiempo, los libros siempre estarán ahí, esperando ser releídos y revelando nuevos significados.

Creo firmemente que cuando leemos un libro, realmente nos estamos leyendo a nosotros mismos. A través de la historia de alguien más, podemos crear nuevos significados para nuestra propia historia.

Alberto Barrera lo resume perfecto: "Leer es buscar. Leer es buscarse".